Saturday, September 15, 2012

Iuspositivismo y desobediencia. [PARTE II]



Amanecía a las 6 a.m. y el sol candente te daba la sensación de que te derretías en la caseta.  Los días pasaban, y se había establecido un campamento de desobediencia civil que era frecuentado y servía en muchas ocasiones de punto de reunión para el movimiento estudiantil, que en ese entonces también libraba una lucha en la Universidad de Puerto Rico.  La huelga del Comité Universitario Contra el Alza, comenzó a principios de abril de 2005 y se extendió fácil hasta principios de mayo.   Los días se nos iban entre la universidad y el campamento y el pelo se me enredaba en dreadlocks.  Allí, en el camp, conocimos al Lcdo. Saade Llorens, y la Lcda. Fontánez Torres, quienes llevarían nuestro caso ante los tribunales.  Nunca imaginé que años después tendría el honor de trabajar con ellos.

Resulta que había un chanchullo, más allá del hecho de que se quisiera construir en la Zona Marítimo Terrestre.

Los terrenos habían sido cedidos por la Autoridad de Tierras a la Corporación de Fomento Recreativo, para formar parte del balneario público del Pueblo de Carolina. La Corporación de Fomento Recreativo(hoy Parques Nacionales) había cedido el usufructo sobre los predios al Municipio de Carolina, para ser usados a los mismos fines: balneario público. 

Así las cosas, varios años después, el Municipio de Carolina, y Fomento Recreativo, habían suscrito un contrato de arrendamiento con Desarrollos Hoteleros de Carolina, Inc.  Así se variaba el uso del terreno:  ahora seria un hotel privado.  El contrato enajenaba la playa a perpetuidad, disponiendo para un alquiler de 99 años [no dijeron 100 por eso de guardar las apariencias].  No se llevó a cabo una Consulta de Transacción Pública en la Junta de Planificación, como lo requería la ley, ni tampoco se deslindó el terreno para delimitar la Zona Marítimo Terrestre.  El contrato tampoco se presentó en la Oficina del Contralor de Puerto Rico.  Surgía, a todas luces, que el contrato era nulo.

Eventualmente el arrendamiento pasaría a manos de HR Properties, Inc., y la nuda propiedad sobre los terrenos pasaría al Municipio de Carolina.  Sobre el contrato de arrendamiento nulo, HR Properties, Inc., constituyó una hipoteca multimillonaria. Sin permisos, comenzó a construir. Posteriormente, la compañía desarrolladora [¿?] gestionó su papeleo.

 La Junta de Planificación, ARPE, y la Junta de Calidad Ambiental, aprobaron las obras, sin efectuar estudio ambiental alguno, sin siquiera consultar a los vecinos, y sin tomar en consideración el hecho de que la zona era una de anidaje de Tinglar.  Era curioso. El Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, negaba el valor ecológico del terreno, y negaba que fuera zona de anidaje de tinglar.  Quienes se supone velaran por nuestros recursos naturales claudicaron su deber ministerial, al nivel de decir que eso no valía nada, que no se veía un tinglar por todo aquello en más de diez años.

Cuando ocupamos el espacio, las relaciones eran tensas.  La Policía ubicaba a sus francotiradores en el estacionamiento multipisos del Hotel, y apuntaban a las multitudes que se congregaban en protesta.  Don Benito, Miguel Villa, Tiburón, Tintorera, Delfín, muchos y muchas otras, le hicimos frente a la represión.  Durante el día explicábamos a los turistas: “HOTEL MARRIOTT ARE ENVIRONMENTAL CRIMINALS”.  Habíamos declarado eso un territorio libre.  

No llevábamos una semana en la playa cuando llegó un tinglar a la orilla, dispuesto a desovar.  Los guardianes de Recursos Naturales, lo espantaron con sus four-tracks. La complicidad del gobierno con el capital no podía estar más clara.   

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