Wednesday, January 22, 2014

Apuntes sobre las Fiestas de la Calle San Sebastián 2014.

            El fin de semana antes de las fiestas de la calle san sebastián, participé de una actividad en la plaza de armas.  Era un mercado artesanal incipiente.  Exponiendo allí, conocí a Rafa.  Rafa es residente de Puerta de Tierra.  Se gana la vida vendiendo algodones.  Los vende a 3$.  Se gana 90 centavos por algodón.  Es un buen tipo, lo ví perder su margen de ganancia ante la mirada deseosa de niños y niñas cuyos padres insistían en que un algodón no podía costar más de 1$.   Hablamos por horas, de diversos temas.  Entre ellos que en Bahía Urbana, no lo dejaban vender sus algodones.  Que eso era público, pero privado.  Que habían dado la exclusividad de la venta de algodones a una compañía privada, y que lo tenían bajo amenaza de multa de aparecerse por allí con su maso de algodones.   El domingo nos despedimos, para vernos el jueves nuevamente. 

            Llegado el jueves estaba loco por llegar a San Juan para ver a Rafa y conversar un rato con él.  Mis intenciones fueron frustradas.  Mila, mi compañera, sí lo vio.  Estaba andando por el Teatro Tapia con sus algodones.  Me mandó saludos con ella.  Le dijo que la Policía Municipal de Yulingrado le prohibió subir a la Calle San Sebastian, bajo apercibimiento de multa.  Los concesionarios habían pagado miles de dólares para vender sus productos.  No había espacio para compartir las ganancias de las fiestas con gente humilde que se busca el peso (o menos de un peso) cargando un maso gigante de algodones por la calle.

            Llevo diez años fungiendo de artesano en las fiestas de la calle.  Cuando llegué el viernes a mi kiosco artesanal, saludé a un amigo y colega.  Ambos teníamos gorra de los cangrejeros de santurce.  El corría pa rriba y pa bajo con un walkie talkie.  Los demás artesanos me preguntaron si lo conocía.  Aclaré que no solo lo conocía, sino que nos teníamos respeto y cariño mutuo, de ese forjado por la lucha contra la injusticia.  Los artesanos estaban indignados con él.

            Me dijeron que más temprano en el día, varios artesanos habían tenido un altercado con la policía municipal porque los sacaron de la acera frente al mercado del Instituto de Cultura detrás de Ballajá.  Mi colega parecía estar en comunicación constante con ellos.  Ofrecieron multas de hasta $10,000.00.  Todo apuntaba a que  mi buen amigo estaba involucrado en el asunto.  Y yo no lo quería creer. La gente hablando se entiende, y así lo hice. 

Compa, “¿que te tienen haciendo aquí?”, le pregunté.  El sabía por donde venía.  Estaba “a cargo” de la plaza y áreas circundantes.  Como quien no quiere la cosa, le pregunté qué había pasado con los artesanos.   Mi amigo, que sabe más que eso, tenía órdenes de sacar a los artesanos que se ubicaran frente al mercado oficial.  Le hice saber que era la primera vez en los diez años que llevaba allí que escuchaba algo así.   Curándose en salud, me dijo que intercedió con la policía para evitar las multas, y que no tendría problemas con ser flexible con los artesanos, pero que los municipales no tranzaban, y estaban prestos a multar a los artesanos. No es su culpa.  Él sólo siguió órdenes de más arriba.  Debe constar que de esta manera no se echa pa lante la producción cultural.  

            Otros que siguen órdenes, son los guardias.  Y en esto hay hoyitas.  Estuve cargando objetos muy pesados por largas distancias durante todo el fin de semana.  No hubo una ocasión en que no me encontrara un guardia presto a joder con mis habichuelas.  

En el primero de los casos, subía por la calle que bordea el capitolio desde Puerta de Tierra.  Cargaba una caja gigante encima de una bicicleta.  No podía pedalear por las dimensiones y el peso de la caja.  Al llegar a la intersección de la avenida constitución, intenté cruzar, y varios guardias de dynamic security (de seguro mordíos porque no pudieron ejercer el cateo indiscriminado para el cual fueron contratados) me detuvieron el paso.  Decían que tenía que dar la vuelta con mi carga.  Llegar hasta la gasolinera que ubica mucho más abajo y luego volver por la calle que pasa por el lado norte del Capitolio.  Luego de casi tener un altercado, y aguantarle las bicherías a los palitos y a los municipales intransigentes, seguí mi camino, desobedeciendo las Ordenes ridículas de los oficiales.  No me molesta que sigan órdenes.  Pero la prepotencia y el abuso de poder, fue la práctica normal durante el fin de semana, por parte de la Policía Municipal y de nuestrxs amigxs de camisas amarillas.

            El domingo, cuando ya íbamos recogiendo.  Cargaba sobre mis hombros tres racks gigantes y pesados desde mi mesa, detrás de ballajá, hasta la calle sol.  Cuando salía por la plaza del Totem, me percaté de que cerraban el paso peatonal.  Me faltaban dos viajes.  Me detuve, a pedir la consideración de un policía municipal.  Le dije que me considerara porque tenía que dar varios viajes más, que era artesano y que cargaba cosas muy pesadas, que iba a ser devastador par mi espalda el dar una vuelta innecesaria.  El muy amable, me dijo “si cuando vuelvas no se puede pasar, no puedes pasar”.  De donde yo vengo, eso tiene un nombre, y mi compañera se encargó de dejárselo saber.  Acá me lo reservo.

            Al llegar a la calle san justo con la norzagaray, íbamos a ubicar nuestras bicicletas para bajar las cosas hasta la sol.  Mila apostó a que los oficiales que ubicaban en la esquina harían un comentario pendejo al respecto.  Quise pensar que estaría equivocada, pero los guardias le dieron la razón.  Estaba sacando el candado para amarrar las bicicletas, y uno de los oficiales me grita: “ya las fiestas se acabaron”.  Curioso que me dijera esto, rodeado de una nube densa de humo de marihuana proveniente de la perla y al ritmo del perreo que allí retumbaba. 

“¿qué me quieres decir con eso?”, le contesté.  El muy genio, aun viendo que sacaba mi candado para amarrar las bicicletas, me dijo “no estamos aquí para velar bicicletas”.   Esto me llamó la atención porque los oficiales del órden público están ahí para velar por la integridad física y proteger la propiedad, pero vamos.  Para evitar, y por el cansancio acallé al pequeño che guevara dentro de mí, que ya quería empezar una revolución. 

No hubo una instancia en el fin de semana en que un oficial me dijera, “negro, te ayudo”.  Pa las fiestas el año que viene, mi compañera y yo compraremos stickers de caritas felices, y estrellitas.  Daremos premios de participación al guardia más pendejo.  Podrán competir tanto los estatales, como los municipales y los privados. 

            Pedro Julio dice que estas fueron las fiestas más exitosas.  Difiero. Pero hay que ser justos.  El asunto de la transportación, aparentemente funcionó “like clockwork”.  El asunto de los taxistas es complejo.  Quienes debieron haber protestado fueron los de TUAMA.  El municipio contrató guardias escolares para hacer trabajo de la unión.  Eso se llama privatización, señorxs, y no se debe permitir.  Pero ahí fue y bregó en lo práctico para la gente que venía de afuera.  Espero que Antonio Díaz López haga valer el estribillo de que es un líder de compromiso, y que meta mano cuando le intenten brincar la cuica de nuevo a sus unionados.  

            Los residentes estaban molestos.  Compraron pases de $25.00 que no les sirvieron ni de adorno.  La alcaldesa, quien se pinta como la pionera en la democracia participativa, NO CONSULTÓ NADA, ni su plan de seguridad improvisado que convirtió a San Juan, en “the town in the striped pijamas”,  con el Comité de Vecinos de las Fiestas de la Calle San Sebastián.  Doña Rafaela se estaría revolcando. 

Los comerciantes sufrimos pérdidas, cónsonas con la merma en el público asistente, que fue resultado directo del “chilling effect” que crearon las expresiones alarmistas de la alcaldesa.  Luego de que la alcaldesa entregara las llaves de la ciudad antigua a los criminales, afortunadamente, no hubo eventos que lamentar.   Eso es positivo.  Porque se demostró que no hace falta violar los derechos constitucionales del pueblo para evitar incidentes lamentables.  

A la alcaldesa le digo, lo mismo que le dije al guardia municipal que fue tan dulce conmigo, cuando le pedí su ayuda en dejarme pasar para cargar mis cosas:  “antes de ejercer el poder, hay que aprender a ser gente”. 


Alcaldesa: este fin de semana, se le vio la costura.  Hay que ser pueblo, hacer pueblo, y estar con el pueblo.  No solo de la boca pa fuera, porque el populismo patriotero y chovinista, no te hace pueblo.  Ni aunque le toques el güiro a Andrés Jiménez cantando Coño Despierta Boricua.