Sunday, September 8, 2013

La posesión de una planta.

Han pasado años pero aun recuerdo como esa noche el fiscal en Regla 6 dijo que era peligroso y que debía dormir en la centro de detención de menores de Bayamón.  No tenía arma alguna, no agredí a nadie, no resistí el arresto, a pesar de la agresión de los oficiales en una detención que rebasó las fronteras de la razonabilidad.  El delito:  la posesión de una planta.

Suena ridículo, pero sí.  El fiscal me pidió que le diera el nombre de mi contacto o me juzgaban como adulto, o me juzgaban por distribución, que era grave.  Yo hice buche.  En el cuartel, en el laboratorio de drogas de la 65, en el procurador de menores al lado de la inter.   Tenía miedo.  No sabía que tenía derecho a un abogado.  Sólo quería a mi mamá.

Estaba en la balanza todo, mi escuela, mi familia, mi futuro, mis amistades, mi vida.   La ley es así, funciona a base de la amenaza, la violencia y el miedo.  A base de la amenaza de que pueden tumbarte, intervenirte, fraccionarte, alejarte, encerrarte.  Joderte. 

El caso se les cayó.  Igual que se cayó mi reputación ante los ojos de mis padres, de mis pares, de los padres de mis pares.  Fueron muchas las palabras de aliento.  Fueron más los dedos acusadores y las miradas estigmatizantes.  Nunca pudieron quebrantar mi espíritu las mentes cerradas ni las lenguas largas, pero hicieron mucho daño.     

Mis viejos no lo sabían, fue como salir del closet.  Son bastante open mind y han aprendido a serlo aun más después de todo.

No aprobaban de la marihuana, nunca los vi fumando, pero tampoco tenían un problema con ella particularmente, hasta que tocó la puerta de su casa.  Estuve en house arrest por meses por decisión de mis padres.  No salía de mi cuarto mas que a la escuela.   Mis padres se sentían fracasados.  Se preguntaban dónde habían fallado.  Mi respuesta:  nunca fallaron en nada. 

 Fiscalía incluso quiso ir en alzada, pero los guardias nunca se presentaron en el Tribunal de San Juan para la vista de novo, a pesar de que me puse mi mejor gabán.  Es uno marrón que opino me da suerte. 

Fui a un sastre, le solté de la cintura y todavía lo uso para ir al Tribunal.  En ese momento fui como acusado, ahora voy como abogado. 

No se donde estaría hoy, si hubiera dormido esa noche en el centro de detención de menores.  Si hubieran prevalecido en alzada.

Pero sí estoy claro.  No creo que haya sido un error de juventud.  No me arrepiento.  No creo que estuve mal.  No creo que nadie esté mal por fumar marihuana.  En cambio, creo que la sociedad, el andamiaje jurídico penal y todo lo que lo apoya está mal por prohibir su uso y su distribución.  Eso tiene que cambiar.


Es difícil tirarse al medio.  Llevo semanas ponderándolo.  Hay consideraciones familiares, profesionales y personales.  Pero no es justo que sienta miedo a expresarme, y  en este momento, sería equivocado no compartir mi testimonio.  Para construir una mejor sociedad, hay que hacer las cosas mejor, hay que empezar por aceptarnos a nosotros mismos y compartirnos con los demás. Sin miedos, sin medias tintas y sin ambages.  Yo creo en la legalización de la marihuana para todos los usos tanto médicos como recreacionales.    

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