Thursday, February 14, 2013

Estudiantes de la UPR cosechan los frutos de su lucha.


SAN JUAN, PUERTO RICO-  Luego de dos años desde que los estudiantes de la Universidad de Puerto Rico (UPR) recesaran las huelgas estudiantiles que detuvieron las labores en el principal centro docente del país por meses,  la cuota de $800, que fue una de las causas principales del conflicto, fue eliminada por la Junta de Síndicos de la institución.  Las redes sociales estallaron en la isla y el exterior mientras los estudiantes se ponían de acuerdo para celebrar en el pueblo de Río Piedras.

La retrasada victoria del movimiento estudiantil en la UPR, así como la reciente victoria de los estudiantes en Quebec, se levanta como testimonio indiscutible de que los movimientos sociales que se nutren de la militancia, la creatividad, y el respeto a la diversidad puede ser victorioso, aún contra los gobiernos neoliberales más rapaces. 

Para algunos comentaristas la lucha de la UPR es un presagio de lo que le espera a la isla.  Antonio Carmona Báez, antiguo profesor del Departamento de Ciencias Políticas de UPR, y actual profesor de la Universidad de Ámsterdam, comenta sobre una foto tomada por los estudiantes huelguistas, quienes alzan sus puños izquierdos y sostienen una bandera roja que lee  “Vencimos”:

“Estos y estas son míos, digo, me identifico con ellos; son los mejores de mi país. Son las y los estudiantes que lucharon, que estaban dispuestos a dar sus vidas para futuras generaciones; los que enfrentaron la tiranía y la mentira neoliberal, los que defendieron con coraje a la educación publica. La victoria vino casi dos años después. Adelante compas, adelante, ayer tomaron el Recinto de Río Piedras, hoy a tomar el país.”

El movimiento estudiantil de la UPR, como lo conocemos hoy, comenzó en 2005 con una huelga estudiantil que se extendió por más de un mes en la cual los estudiantes se oponían a un alza en las matrículas.   En ese entonces, los estudiantes lograron obligar a la administración a implementar una prórroga en los pagos para ayudar a los estudiantes que no pudieran cumplir con el encarecimiento de los costos educativos. 

Durante los años del 2005 al 2009, los estudiantes de la UPR estuvieron activos en diferentes frentes, particularmente en defensa del Teatro de la UPR de las iniciativas privatizadoras de la administración universitaria, reclamando la apertura de más cursos y secciones y reclamando la ampliación de la oferta académica.  También se destacaron cuadros estudiantiles en la defensa de la Sala de Reserva de la Facultad de Ciencias Sociales, espacio de estudio para los estudiantes de esta facultad.  Todo ello, en adición a la solidaridad indiscutible con el profesorado y los trabajadores y trabajadoras de la UPR, en sus reclamos por mejores condiciones de trabajo.  De igual manera, los y las estudiantes fueron indispensables en la huelga de la Federación de Maestros de Puerto Rico en 2008, cuando éste, uno de los sindicatos más militantes de la isla, se batía con el gobierno anti-obrero en la negociación de un convenio colectivo para los trabajadores del sistema educativo público de la isla.

La más reciente ola de estudiantes militantes originalmente se comenzó a organizar para resistir la política neoliberales del Gobernador de Turno, Luis Fortuño Burset, anexionista de extrema derecha y republicano, que ganó las elecciones coloniales en la isla en el año 2008.  En 2009 decretó un “estado de crisis financiera” para recortar el gasto gubernamental echando a la calle a más de 20,000 empleados públicos y congelando todos los convenios colectivos vigentes con éstos.

Mientras las políticas neoliberales prometían sumir a la isla en una crisis social sin precedentes, el movimiento estudiantil se comenzó a reorganizar.  Las organizaciones políticas socialistas y estudiantes no organizados se dieron a la tarea de organizar los Comités en Defensa de la Educación Pública, el Comité Contra la Homofobia y el Discrimen, los Comités de Acción y otros colectivos, que habrían de hacer frente al neoliberalismo, no solamente en la universidad sino con una perspectiva a nivel macro en vías de la organización de una huelga general con los sindicatos de trabajadores y demás sectores de la sociedad civil. 

Lograron llevar a cabo un paro nacional de 24 horas que fue una de las movilizaciones más multitudinarias de los últimos años.  El gobierno ordenó el cierre de la Universidad intentando poner un alto a la efectividad de la movilización del militante sector estudiantil.  Luego de ello, los burócratas sindicales colaboracionistas, se retiraron de la idea de una huelga más prolongada.  Los estudiantes entonces se volvieron a la UPR y la crisis de la educación pública superior.

El presupuesto de la UPR había sido recortado por 300 millones de dólares en los últimos diez años.  Esto ocasionó un déficit de sobre 200 millones de dólares.  Los administradores universitarios recibían salarios de lujo mientras degradaban las condiciones laborales de todos los sectores de la comunidad universitaria incluyendo el profesorado, el personal clerical y de mantenimiento.   Para los y las estudiantes esto implicaba el deterioro de sus condiciones de estudio y una reducción de la oferta académica de la institución.   Para colmo la administración intentó eliminar las exenciones de matrícula a los estudiantes atletas y los estudiantes de honor.  Se hablaba de la imposición de alzas en los costos de las matrículas y también se rumoraba la privatización de propiedad universitaria a través de esquemas de alianzas público privadas.  Ya para este entonces los y las estudiantes y sus aliados estaban preparados para dar la lucha. 

Los estudiantes organizados fueron a las bases con dos tareas  principales: la información y la acción directa y militante.  Organizaron piquetes, marchas, reparticiones de boletines, paneles, foros, muestras de documentales, lanzaron pancartas y cruza-calles de edificios y puentes, pintaron murales, enviaron cartas, y ocuparon edificios.  Ya para abril de 2010 el Recinto de Río Piedras, en una asamblea de sobre 6,000 estudiantes, decretó la huelga estudiantil.  Esta huelga pronto se extendió a diez de los once recintos universitarios de la UPR y duró hasta mediados del verano de 2010. 

Los estudiantes huelguistas recibieron apoyo masivo de los sindicatos, los grupos comunitarios, religiosos y otros.   A través de la huelga se logró la preservación de las exenciones de matrícula a los estudiantes destacados y los atletas.  También se obtuvo un acuerdo de la Junta de Síndicos de la UPR en que ésta se comprometía a no privatizar la propiedad de la Universidad y a conceder una amnistía general a los estudiantes y trabajadores que habían participado en la huelga.  Los estudiantes habían ganado una batalla más no la guerra.

Durante el primer semestre del año académico 2010-2011 la Junta de Síndicos de la UPR insistió en imponer una cuota de $800 a cada estudiante.  En la legislatura se promovieron y aprobaron leyes imponiendo restricciones a las asambleas estudiantiles y prohibiendo las huelgas en la Universidad.  Los comités de base aún estaban activos organizando protestas contra las últimas afrentas anti-universitarias.

Bajo presión de las agencias acreditadoras de las universidades y de la administración de la UPR, se celebraron tres asambleas estudiantiles.  Los estudiantes eligieron un comité negociador para intentar prevenir una huelga, enviaron cabilderos a la legislatura para intentar obtener fondos recurrentes para la universidad, y celebraron un referéndum estudiantil en que 98% del cuerpo estudiantil se opuso a la imposición de la cuota. 

Mientras tanto, el Tribunal Supremo de Puerto Rico  decretó la constitucionalidad de las leyes inconstitucionales que prohibían las manifestaciones estudiantiles.  Luego la policía ocupó el Recinto de Río Piedras de la UPR por primera vez en sobre 30 años.  La policía ocupó todos los recintos que amenazaron con irse a la huelga e implementó una moratoria a todo tipo de expresión pública dentro de los campuses.  En la medida en que la administración de la UPR no cedió, se decretó una segunda huelga que comenzó el 14 de diciembre de 2010. 

Los estudiantes tenían todo en su contra pero siguieron adelante.  Implementaron su voto de huelga mediante marchas de miles de estudiantes durante las cuales eran seguidos de cerca por la policía.  Desde las unidades de arrestos especiales, hasta las divisiones montadas y los francotiradores.  En ocasiones, al ser echados de la Universidad, los estudiantes tomaban las calles. 

Más temprano que tarde, la prensa estudiantil denunciaba que desde el inicio de la huelga se había establecido una mordaza a la expresión no sólo en la Universidad, sino también en las protestas callejeras, las cuales eran brutalmente intervenidas por la fuerza pública.  Era evidente que se había sustituido el diálogo con la violencia.  Mientas algunos estudiantes eran arrestados por repartir hojas sueltas, algunos profesores obligaban a sus estudiantes a tomar sus pruebas de fin de curso en un Recinto tomado por la policía, entre gases lacrimógenos y manifestaciones estudiantiles. 

 Durante el mes de enero de 2011 el movimiento estudiantil practicó jornadas de desobediencia civil para implementar la huelga.  Más de trescientos estudiantes y compañeros y compañeras solidarias se prestaron para ser arrestados por defender su derecho a una educación universitaria pública, accesible y de excelencia. La fuerza excesiva de los oficiales de la policía fue contrarrestada con la resistencia activa de los grupos de apoyo de los desobedientes civiles.

Ya para el mes de febrero, el nuevo semestre académico comenzó con un sal pa’ fuera, en que los estudiantes entraron en sus salones de clases, solamente para salir de ellos y encontrarse para realizar una marcha masiva, que terminó en un impasse, en que una cadena humana de profesores y trabajadores de la universidad se paró entre los estudiantes y la policía evitando un derramamiento de sangre.

El segundo día de clases los estudiantes contrarrestaron los ataques de la policía con gas pimienta y les hicieron retroceder en una marcha espontánea de cientos de universitarios y universitarias militantes que gritaban “Fuera, fuera, fuera policía”.

El tercer día de clases la policía intervino con los estudiantes mientras pintaban una calle denominada “Calle Conciencia” dentro del campus de Río Piedras.  Luego de ello no quedaba ni un ápice de miedo entre las filas del movimiento estudiantil.  Los estudiantes batallaron con ahínco.  La policía se retiró y luego volvió. 

Los estudiantes, luego de dos años casi ininterrumpidos de lucha, decidieron recesar la huelga en una asamblea general efectuada a finales de febrero de 2011. Conscientes de que la lucha se daba a largo plazo organizaron una lectura ininterrumpida de Cien Años de Soledad de Gabriel García Márquez.

Desde entonces en los actos de graduación de la UPR mientras el Presidente de la Universidad ofrecía su discurso, la mayor parte de los estudiantes le daba la espalda tal y como éste les dio la espalda durante los últimos años.  Desde la culminación de la huelga hace casi dos años algunos de los estudiantes pudieron sufragar los costos de sus matrículas con ayuda de una beca aprobada por la legislatura presionada por los estudiantes.  Muchos estudiantes fueron expulsados por su participación en las huelgas. 

Ahora, luego de la materialización de las predicciones de los estudiantes respecto al plan del gobierno de reducir el tamaño de la universidad pública más importante del país, la nueva mayoría legislativa comenzó este cuatrenio respondiendo a los reclamos de los estudiantes mediante la asignación de fondos recurrentes a la UPR tal y como se les había propuesto desde un principio.

La Junta de Síndicos de la UPR correspondió con un voto unánime eliminando la cuota de $800 que casi duplicó los costos de la educación universitaria en Puerto Rico por los últimos dos años.  Es la primera vez en la historia que se ha derogado un alza en los costos de los estudios en la isla más los estudiantes están conscientes de que queda un largo trecho por andar.   No habrá descanso para el movimiento estudiantil de la UPR hasta tanto los estudiantes expulsados sean readmitidos en la Universidad. 

Los estudiantes también están convencidos de que hacen falta cambios estructurales en la institución,  y que estos cambios únicamente pueden lograrse a través de una verdadera reforma universitaria desde abajo, que convierta al principal centro docente en una institución verdaderamente autónoma y democrática. Varias organizaciones estudiantiles han dejado claro que no se detendrán hasta tanto la educación pública universitaria sea declarada un derecho, y no un privilegio; hasta tanto se promueva el acceso de la clase trabajadora y otros sectores marginados al cuerpo estudiantil, y hasta tanto la educación sea liberada de las manos invisibles de la economía de mercado para ser entendida como un proceso de emancipación del ser humano y para alcanzar la construcción de una nueva sociedad.

 Aún, en nuestra alma mater, se escuchan las sirenas sonando y un coro uniforme de estudiantes que resuena: “no nos pararán, el que no crea que haga la prueba”.




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