Friday, April 4, 2014

40 acres y una mula en el Aula Magna.

Ella era la única mujer negra en el aula magna de la Escuela de Derecho, a parte de la moderadora. No era de allí. No sé de que facultad era, pero tenía espejuelitos. Hablaba sobre el acceso a la educación. Intentaba desmentirlo todo. La narrativa del privilegio, del doble subsidio, de la desigualdad, la sociedad de clases y la manera de remediarla. En la escuela de derecho los negros nos conocíamos, porque nos podíamos contar con los dedos de las manos. Igual me sentía en Cupeyville. Pero el debate está bueno. Y siempre podemos mentirnos y pensarnos iguales. Afortunadamente acá la mayor parte de lxs compañerxs llegamos a un consenso, partiendo de la premisa de la desigualdad. El consenso es que se necesita un ajuste. ¿En la Universidad? ¿En las planillas? ¿En el código de comercio? Podemos discutirlo por horas. Pero se me queda lo insólito. No parecía formar parte del consenso, mi compañera de los espejuelos. ¿cómo es que mi compañera no reconoce el privilegio, la sociedad de clases? Para mí está claro, and don't get me started on the racial issue. Ok, que se joda. Hay que decirlo. La línea de clase atraviesa la línea de la raza y ya en este punto, se me hace imposible no pensar que nos deben. Que no podemos pensar en igualdad, hasta que nos cuadren la caja. 40 acres y una mula. 400+ años de trabajo no remunerado producen un capital que no desaparece en un día. Los paseos, los cupeyvilles, san ignacios, maristas, san josés, cpns, baldwin, torrimar, garden hills, you name it, todo el andamiaje de ventajas y privilegios se construye sobre el trabajo no remunerado de nuestros antepasados- todo era plusvalor, entonces. Sí. Nos deben. Y las deudas se pagan con intereses. Y no, no es justo que no paguen. Podemos hablar de las excepciones, y extrapolarlas a la generalidad. El sistema se alimenta de las excepciones. Y hablando de excepciones, pienso en una compañera de clases en Cupeyville. Orgullosamente negra. Llegó su viejo en un Jaguar, también negro, a buscarla a las 2:30 p.m. Escucho una voz que se percola entre las palmeras chiquitas de enfrente del colegio: "qué raro es ver a un negro montao en un jaguar". Y entonces, aun de chamaquito, no sabía qué estaba más jodío. Lo polítically incorrect del comentario, o el hecho de que es verdad. El comentario tenía toda la inocencia de un niño de sexto grado que las canta como las ve. Nunca se me olvida. Y es triste. La sociedad de hoy es el producto de una acumulación exponencial de desposesiones. Si mi compañera de los espejuelos no lo ve. Necesita tres cosas: un libro de historia, un espejo, y tal vez un poco más de aumento en los lentes.