Saturday, October 1, 2011

Podrido hasta la raíz.


Cerca de la una de la tarde, salí a almorzar. Acababa de tomar la Reválida de abogado hace unas semanas, y ese día era el primer día de trabajo en mi vida. No podía contener mi emoción de vivir en la práctica, toda la teoría que me he embotellado durante los últimos años y particularmente, los últimos meses. Mi ideología y escueta experiencia en este campo profesional, me han convencido de que no puede haber cambio social a través del ejercicio del derecho en los tribunales, sino al contrario: el cambio social radical ha de preceder cualquier intento de cambiar o enmendar nuestro sistema jurídico para hacerlo uno verdaderamente justo y equitativo. No sabía que durante mi hora de almuerzo iba a corroborar aquello de lo cual ya estaba totalmente convencido.

En estos restaurantes, siempre se puede identificar una mesa en que se encuentran sentadas las personas prominentes- los “big- shots”, “bichotes” o “peces gordos” de nuestra sociedad- los jueces, políticos y demás personas tortosas usualmente no pueden esconder su aura de superioridad cuando se sientan en un lugar junto al resto de los mortales. Sencillamente, llaman la atención. Este martes, en este restaurante, en el primer día del resto de mi carrera profesional en el campo del derecho, no sería la excepción.

En una esquina, logré identificar la mesa de los “peces gordos”. Eran tres jueces retirados, que ahora fungen como abogados y algunos jueces aún en funciones. En la cabecera de la mesa, almorzaba de espaldas a mí, una persona que no pude identificar hasta el momento en que salía del restaurante y posé mi vista sobre él. Lo identifiqué rápidamente, lo miré a los ojos y él bajó la vista, como quien no tiene fuerza moral para mirar al pueblo a los ojos.

Con los jueces, cuya función es administrar la “justicia” en el país, almorzaba el ex senador nuevoprogresista y hoy convicto, Hector Martínez. El convicto ex senador fue encontrado culpable a principios de este año en un juicio por soborno y conspiración. Luego de emitido el veredicto de culpabilidad, y con el espaldarazo del Presidente del Senado, pretendía quedarse en su silla senatorial mientras apelaba su convicción.

La corrupción y la “justicia”, sentados en la misma mesa. Desde entonces, mi convencimiento es total. Si el sistema está podrido hasta la raíz, entonces hay que arrancarlo: de cuajo.