Monday, July 11, 2011

Fortaleza.

Llegué tarde a la protesta. En la comunidad, todo estaba cerrado. Sólo dos policías custodiaban aquél barrio fantasma, fuertemente golpeado por el salitre y por un operativo cuasi-militar que estremeció sus cimientos. Nos recibió un perro con una camisa blanca puesta, que era el atuendo acordado para llevar el mensaje inequívoco de la máxima inescrutable del deseo individual y colectivo de que los dejen en paz. Llegó el texto de Waldemiro: "@ FORTALEZA".

Saliendo de la protesta en contra de la criminalización de la pobreza en el Barrio La Perla, la multitud se encontró con la procesión fúnebre de Don Ricardo Alegría. “Qué pena tan grande, que pena tan dura, se fue Don Ricardo, paladín de la cultura”, coreaban los pleneros de la protesta, en la Calle Fortaleza a la vanguardia de las multitudes que allí se encontraban.

Dentro de toda la estampa, fue la pena en el rostro de la viuda lo que me conmovió. El dolor del vacío, de lo fugaz, y del adiós. Le temblaron los pies mientras intentaba subir las escaleras de la Catedral. Confundido, entre lo político y lo sencillamente humano, le deseé a la viuda, lo mismo que le deseo al Barrio: Fortaleza.

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