Han pasado años pero aun recuerdo como esa
noche el fiscal en Regla 6 dijo que era peligroso y que debía dormir en la
centro de detención de menores de Bayamón.
No tenía arma alguna, no agredí a nadie, no resistí el arresto, a pesar
de la agresión de los oficiales en una detención que rebasó las fronteras de la
razonabilidad. El delito: la posesión de una planta.
Suena ridículo, pero sí. El fiscal me pidió que le diera el nombre de
mi contacto o me juzgaban como adulto, o me juzgaban por distribución, que era
grave. Yo hice buche. En el cuartel, en el laboratorio de drogas de
la 65, en el procurador de menores al lado de la inter. Tenía miedo.
No sabía que tenía derecho a un abogado.
Sólo quería a mi mamá.
Estaba en la balanza todo, mi escuela, mi
familia, mi futuro, mis amistades, mi vida.
La ley es así, funciona a base
de la amenaza, la violencia y el miedo. A
base de la amenaza de que pueden tumbarte, intervenirte, fraccionarte,
alejarte, encerrarte. Joderte.
El caso se les cayó. Igual que se cayó mi reputación ante los ojos
de mis padres, de mis pares, de los padres de mis pares. Fueron muchas las palabras de aliento. Fueron más los dedos acusadores y las miradas
estigmatizantes. Nunca pudieron
quebrantar mi espíritu las mentes cerradas ni las lenguas largas, pero hicieron
mucho daño.
Mis viejos no lo sabían, fue como salir
del closet. Son bastante open mind y han aprendido a serlo aun
más después de todo.
No aprobaban de la marihuana, nunca los
vi fumando, pero tampoco tenían un problema con ella particularmente, hasta que
tocó la puerta de su casa. Estuve en house arrest por meses por decisión de
mis padres. No salía de mi cuarto mas
que a la escuela. Mis padres se sentían fracasados. Se preguntaban dónde habían fallado. Mi respuesta:
nunca fallaron en nada.
Fiscalía incluso quiso ir en alzada, pero los
guardias nunca se presentaron en el Tribunal de San Juan para la vista de novo, a pesar de que me puse mi mejor
gabán. Es uno marrón que opino me da suerte.
Fui a un sastre, le solté de la cintura y
todavía lo uso para ir al Tribunal. En
ese momento fui como acusado, ahora voy como abogado.
No se donde estaría hoy, si hubiera
dormido esa noche en el centro de detención de menores. Si hubieran prevalecido en alzada.
Pero sí estoy claro. No creo que haya sido un error de
juventud. No me arrepiento. No creo que estuve mal. No creo que nadie esté mal por fumar
marihuana. En cambio, creo que la
sociedad, el andamiaje jurídico penal y todo lo que lo apoya está mal por
prohibir su uso y su distribución. Eso
tiene que cambiar.
Es difícil tirarse al medio. Llevo semanas ponderándolo. Hay consideraciones familiares, profesionales
y personales. Pero no es justo que
sienta miedo a expresarme, y en este
momento, sería equivocado no compartir mi testimonio. Para construir una mejor sociedad, hay que
hacer las cosas mejor, hay que empezar por aceptarnos a nosotros mismos y
compartirnos con los demás. Sin miedos, sin medias tintas y sin ambages. Yo creo en la legalización de la marihuana
para todos los usos tanto médicos como recreacionales.
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