Pocholo estaba postrado, con rostro triste, sobre su sillón de ruedas. Su madre nos extendía una fotografía que rememoraba glorias de tiempos pasados. “Ese era yo”, nos dijo. Eso me jodió. En el retrato, un pelotero fornido me alcanzaba los rencores más hondos que he experimentado. Estaba en una comunidad hermosamente negra, que se levantaba como testimonio de la injusticia. Aquí, como alrededor del mundo, la línea de la clase social se tiró por la línea de la raza. Y no es para menos, cuando en Guaynabo, Los Paseos y Condado se levanta el capital de abolengo, por sobre los hombros del trabajo no remunerado de millones. En este barrio, la mano dura, es bastante más dura.
Aquí estaba. El tendría mi edad mas o menos cuando una noche, le detuvieron su andar. A los guardias en Villa Cañona, les llaman “Los Atletas”. En esa ocasión, el deporte fue tiro al blanco. O debo decir- tiro al negro. Pocholo salió corriendo, como es costumbre en el barrio cuando llegan estos individuos a derribar sus puertas y a abusar de su dignidad. Se disponía a brincar una verja aledaña a su hogar cuando un disparo, pagado por nuestros impuestos, le alcanzó en la parte posterior de la cabeza. Le tiraron a matar. Y luego, lo normal. Quedó guindado de la verja por sobre media hora, mientras los oficiales se peleaban con la comunidad para conservar la escena. Este hermano, cuyos ojos de sobreviviente nunca olvidaré, se desangraba y su masa encefálica se desparramaba por la tierra que hace de pavimento en este barrio anacrónico. Cuando me dieron a elegir entre trabajar en la oficina, y trabajar en este barrio de Loíza, no lo pensé dos veces. En Villa Cañona, en mi primer año de la Escuela de Derecho, aprendí de la injusticia.
Ayer escuché que Luis Alberto Santos Figueroa fue diagnosticado con muerte cerebral tras recibir un disparo en la parte POSTERIOR de la cabeza por parte de un policía. “Beto” tenía catorce años. Que si tenía drogas, que si tenía un arma. Es fácil plantarle la evidencia a un niño inconsciente, y en fin, si es cierto que tenía drogas y armas, me importa un carajo. Le tiraron a matar.
Sin querer incitar acciones delictivas, tenemos que estar claros y claras. La brutalidad policiaca no consiste de actos aislados. Existe un patrón sistemático de brutalidad policiaca particularmente en contra de ciertos sectores. Quiero que me lean bien en todos los barrios de la isla, y todos los sectores en lucha cuando les digo que metan mano y que pongan resistencia a las intervenciones ilegales de los agentes de la Policía de Puerto Rico. L@s ciudadan@s no tienen que soportar la brutalidad policiaca. Pueblo v. Ortíz Díaz, 123 DPR 865 (1989). También, la legítima defensa se puede ejercer por un tercero. En otras palabras, cuando seas testigo de una intervención ilegal y brutal, se un pana: METE MANO. Defiéndete a ti mism@ y a tu projim@.
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