Tal vez todos los poetas
tienen algo de malditos
quizá alguna condena,
algún ancestral hechizo.
El despertar todos los días
en las afueras del adentro,
el querer salir de la ciudad
y encontrarse más al centro.
Ese láudano de Poe,
los letargos de Miguel Piñero
son las laceraciones en la piel
de Sor Juana Inés en cautiverio...
la muerte de la ninfa, Julia,
en el frío del imperio....
Como Martí cargó su exilio
y Maelo su presidio,
y Thoureau con su presidio,
y Corretjer con su presidio
y tantos otros su presidio...
el cianuro de Quiroga...
su vida, y su suicidio.
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