El fin de semana antes de las
fiestas de la calle san sebastián, participé de una actividad en la plaza de
armas. Era un mercado artesanal
incipiente. Exponiendo allí, conocí a
Rafa. Rafa es residente de Puerta de
Tierra. Se gana la vida vendiendo algodones. Los vende a 3$. Se gana 90 centavos por algodón. Es un buen tipo, lo ví perder su margen de
ganancia ante la mirada deseosa de niños y niñas cuyos padres insistían en que
un algodón no podía costar más de 1$.
Hablamos por horas, de diversos temas.
Entre ellos que en Bahía Urbana, no lo dejaban vender sus
algodones. Que eso era público, pero
privado. Que habían dado la exclusividad
de la venta de algodones a una compañía privada, y que lo tenían bajo amenaza
de multa de aparecerse por allí con su maso de algodones. El domingo nos despedimos, para vernos el
jueves nuevamente.
Llegado el jueves estaba loco por
llegar a San Juan para ver a Rafa y conversar un rato con él. Mis intenciones fueron frustradas. Mila, mi compañera, sí lo vio. Estaba andando por el Teatro Tapia con sus
algodones. Me mandó saludos con
ella. Le dijo que la Policía Municipal
de Yulingrado le prohibió subir a la Calle San Sebastian, bajo apercibimiento
de multa. Los concesionarios habían
pagado miles de dólares para vender sus productos. No había espacio para compartir las ganancias
de las fiestas con gente humilde que se busca el peso (o menos de un peso)
cargando un maso gigante de algodones por la calle.
Llevo diez años fungiendo de
artesano en las fiestas de la calle.
Cuando llegué el viernes a mi kiosco artesanal, saludé a un amigo y
colega. Ambos teníamos gorra de los
cangrejeros de santurce. El corría pa
rriba y pa bajo con un walkie talkie.
Los demás artesanos me preguntaron si lo conocía. Aclaré que no solo lo conocía, sino que nos
teníamos respeto y cariño mutuo, de ese forjado por la lucha contra la
injusticia. Los artesanos estaban
indignados con él.
Me dijeron que más temprano en el
día, varios artesanos habían tenido un altercado con la policía municipal
porque los sacaron de la acera frente al mercado del Instituto de Cultura
detrás de Ballajá. Mi colega parecía
estar en comunicación constante con ellos.
Ofrecieron multas de hasta $10,000.00.
Todo apuntaba a que mi buen amigo
estaba involucrado en el asunto. Y yo no
lo quería creer. La gente hablando se entiende, y así lo hice.
Compa, “¿que te tienen haciendo aquí?”, le
pregunté. El sabía por donde venía. Estaba “a cargo” de la plaza y áreas
circundantes. Como quien no quiere la
cosa, le pregunté qué había pasado con los artesanos. Mi amigo, que sabe más que eso, tenía
órdenes de sacar a los artesanos que se ubicaran frente al mercado
oficial. Le hice saber que era la
primera vez en los diez años que llevaba allí que escuchaba algo así. Curándose en salud, me dijo que intercedió
con la policía para evitar las multas, y que no tendría problemas con ser
flexible con los artesanos, pero que los municipales no tranzaban, y estaban
prestos a multar a los artesanos. No es su culpa. Él sólo siguió órdenes de más arriba. Debe constar que de esta manera no se echa pa
lante la producción cultural.
Otros que siguen órdenes, son los
guardias. Y en esto hay hoyitas. Estuve cargando objetos muy pesados por
largas distancias durante todo el fin de semana. No hubo una ocasión en que no me encontrara
un guardia presto a joder con mis habichuelas.
En el primero de los casos, subía por la
calle que bordea el capitolio desde Puerta de Tierra. Cargaba una caja gigante encima de una
bicicleta. No podía pedalear por las
dimensiones y el peso de la caja. Al
llegar a la intersección de la avenida constitución, intenté cruzar, y varios
guardias de dynamic security (de seguro mordíos porque no pudieron ejercer el
cateo indiscriminado para el cual fueron contratados) me detuvieron el
paso. Decían que tenía que dar la vuelta
con mi carga. Llegar hasta la gasolinera
que ubica mucho más abajo y luego volver por la calle que pasa por el lado
norte del Capitolio. Luego de casi tener
un altercado, y aguantarle las bicherías a los palitos y a los municipales
intransigentes, seguí mi camino, desobedeciendo las Ordenes ridículas de los
oficiales. No me molesta que sigan
órdenes. Pero la prepotencia y el abuso
de poder, fue la práctica normal durante el fin de semana, por parte de la
Policía Municipal y de nuestrxs amigxs de camisas amarillas.
El domingo, cuando ya íbamos
recogiendo. Cargaba sobre mis hombros
tres racks gigantes y pesados desde mi mesa, detrás de ballajá, hasta la calle
sol. Cuando salía por la plaza del
Totem, me percaté de que cerraban el paso peatonal. Me faltaban dos viajes. Me detuve, a pedir la consideración de un
policía municipal. Le dije que me
considerara porque tenía que dar varios viajes más, que era artesano y que
cargaba cosas muy pesadas, que iba a ser devastador par mi espalda el dar una
vuelta innecesaria. El muy amable, me
dijo “si cuando vuelvas no se puede pasar, no puedes pasar”. De donde yo vengo, eso tiene un nombre, y mi
compañera se encargó de dejárselo saber.
Acá me lo reservo.
Al llegar a la calle san justo con
la norzagaray, íbamos a ubicar nuestras bicicletas para bajar las cosas hasta
la sol. Mila apostó a que los oficiales
que ubicaban en la esquina harían un comentario pendejo al respecto. Quise pensar que estaría equivocada, pero los
guardias le dieron la razón. Estaba
sacando el candado para amarrar las bicicletas, y uno de los oficiales me
grita: “ya las fiestas se acabaron”.
Curioso que me dijera esto, rodeado de una nube densa de humo de
marihuana proveniente de la perla y al ritmo del perreo que allí
retumbaba.
“¿qué
me quieres decir con eso?”, le contesté.
El muy genio, aun viendo que sacaba mi candado para amarrar las
bicicletas, me dijo “no estamos aquí para velar bicicletas”. Esto me llamó la atención porque los
oficiales del órden público están ahí para velar por la integridad física y
proteger la propiedad, pero vamos. Para
evitar, y por el cansancio acallé al pequeño che guevara dentro de mí, que ya
quería empezar una revolución.
No hubo una instancia en el fin de semana en que
un oficial me dijera, “negro, te ayudo”.
Pa las fiestas el año que viene, mi compañera y yo compraremos stickers
de caritas felices, y estrellitas. Daremos
premios de participación al guardia más pendejo. Podrán competir tanto los estatales, como los
municipales y los privados.
Pedro Julio dice que estas fueron
las fiestas más exitosas. Difiero. Pero
hay que ser justos. El asunto de la
transportación, aparentemente funcionó “like clockwork”. El asunto de los taxistas es complejo. Quienes debieron haber protestado fueron los
de TUAMA. El municipio contrató guardias
escolares para hacer trabajo de la unión.
Eso se llama privatización, señorxs, y no se debe permitir. Pero ahí fue y bregó en lo práctico para la
gente que venía de afuera. Espero que
Antonio Díaz López haga valer el estribillo de que es un líder de compromiso, y
que meta mano cuando le intenten brincar la cuica de nuevo a sus unionados.
Los residentes estaban
molestos. Compraron pases de $25.00 que
no les sirvieron ni de adorno. La
alcaldesa, quien se pinta como la pionera en la democracia participativa, NO
CONSULTÓ NADA, ni su plan de seguridad improvisado que convirtió a San Juan, en
“the town in the striped pijamas”, con
el Comité de Vecinos de las Fiestas de la Calle San Sebastián. Doña Rafaela se estaría revolcando.
Los comerciantes sufrimos pérdidas, cónsonas
con la merma en el público asistente, que fue resultado directo del “chilling
effect” que crearon las expresiones alarmistas de la alcaldesa. Luego de que la alcaldesa entregara las
llaves de la ciudad antigua a los criminales, afortunadamente, no hubo eventos
que lamentar. Eso es positivo. Porque se demostró que no hace falta violar
los derechos constitucionales del pueblo para evitar incidentes
lamentables.
A la alcaldesa le digo, lo mismo que le dije
al guardia municipal que fue tan dulce conmigo, cuando le pedí su ayuda en
dejarme pasar para cargar mis cosas:
“antes de ejercer el poder, hay que aprender a ser gente”.
Alcaldesa: este fin de semana, se le vio la
costura. Hay que ser pueblo, hacer
pueblo, y estar con el pueblo. No solo
de la boca pa fuera, porque el populismo patriotero y chovinista, no te hace
pueblo. Ni aunque le toques el güiro a
Andrés Jiménez cantando Coño Despierta Boricua.